Estos son los signos que la santifican: "nacionalista, inválida, rebelde, hipocondríaca, lesbiana, esposa que adora a su marido, madre sin hijos, objeto sexual deseado, antiburguesa y comunista"
Así la veían sus amigos: irracional, obsesiva, manipuladora, masoquista, con una sexualidad destructiva, dependencia exagerada de su marido, tendencia a castigarse emocionalmente a sí misma, alcohólica, dependente de barbitúricos, histérica, y con tendencia al suicidio"
Esos seres infelices, incongruentes, infieles, con doble vida, son los que presenta la postmodernidad como santos: santos autodestructores y destructores, donde el dolor carece de sentido.
Yo me quedo con Jesucristo, que nos amó hasta el fin, que predicó la lealtad, la fidelidad, la generosidad y la alegría.
Ver "Iconos latinoamericanos, 9 mitos del populismo del siglo XX" de Inger Enkvist